Superman de James Gunn: esperanza, esperanza y más esperanza

La nueva cinta no tiene matices y nos presenta a un Superman luminoso, inspirador y fiel al espíritu del cómic. Evita el tono oscuro del DCEU y apuesta por la compasión y la humanidad del héroe. Aunque no es perfecta, destaca por su corazón y autenticidad en un sólido reinicio que marca el rumbo para el DCU.
Gunn nos propone un Superman híbrido, con acción pero a la vez lleno de bondad.
Gunn nos propone un Superman híbrido, con acción pero a la vez lleno de bondad.
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Redacción de Superverso.com

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Desde la primera vez que se anunció que James Gunn dirigiría la reinvención de Superman como inicio del nuevo DCU, el entusiasmo se mezcló con el recelo. Gunn llegaba de Guardianes de la Galaxia, con experiencia en equilibrar humor irreverente, emoción sincera y respeto por el cómic original, pero plasmar eso en el mundo DC, tan golpeado como llegaba, no iba a ser cosa sencilla. Aun así, los resultados están a las claras y el acierto de entregarle el comando de la franquicia es absoluto.

Superman no pierde tiempo, salta directo a un universo en marcha. Con Clark Kent ya formado como periodista y héroe, lo que le quita el peso redundante de una historia de origen. Esa decisión narrativa define todo el tono de la película: respetar la mitología del personaje, pero con energías renovadas. Lo cual busca y encuentra recuperar la ilusión que muchos fanáticos sintieron al leer los lomos de All‑Star Superman o las tiras originales: un Superman que no es solo músculo y vuelo, sino un símbolo moral en un escenario complejo y moderno.

Desde la puesta en escena misma, Gunn abandona el estilo sombrío y apocalíptico que marcaba al DCEU anterior. En su lugar, aporta una paleta luminosa, vibrante, casi infantil en su entusiasmo — un enfoque que algunos podrán criticar como excesivamente naïve, pero que sinceramente debe ser elogiado como liberador: Clark Kent, interpretado por David Corenswet, encarna esa dualidad entre firmeza heroica y vulnerabilidad humana. Corenswet logra transmitir ese “hombre grande que intenta ser lo más chico y silencioso posible”, que parece sacado directamente de las páginas de los cómics y con elementos clásicos de la encarnación de Christopher Reeve.

En cuanto a la trama, se destaca el giro más atractivo y osado de las últimas décadas al Hombre de Acero: el mensaje de sus padres biológicos no es benévolo sino perturbador, lo que desestabiliza su identidad y desafía sus convicciones. Gunn lo usa como catalizador de un viaje ético y emocional más profundo. La implementación narrativa es notable: el film se siente como “leer un cómic” más que como una película convencional. Una exposición discreta, personajes secundarios introducidos como si vinieran de otros números — la Justice Gang, Metamorpho, Krypto — todo forma un universo vivo, ya existente desde el inicio.

La química entre Lois Lane y Clark es el corazón verdadero de la película. La intimidad y la confianza de su relación proporcionan equilibrio al caos superheroico y matices emocionales que son verdaderamente destacables. Aunque lo que palidece un poco por la configuración misma de la película termina siendo la figura de Lex Luthor, encarnado por Nicholas Hoult: una interpretación que se ve un poco desalineada con el tono general, debilitada por un guion irregular que a veces colisiona con el arco de Superman.

La cinta abarca muchos momentos y secuencias que sobrexponen la figura del Último Hijo de Krypton. Y eso “mucho” fácilmente puede transformarse en un “demasiado”, como partes del metraje en los que se ve a Superman salvando a una ardillita y o a un perro en plena batalla. No obstante, esos pequeños actos son defendidos desde la puesta y el argumento por Gunn. Son una muestra de la integridad moral fundamental del personaje: hasta una criatura menor merece su rescate. Y, si bien es cierto que hay rumores que señalan que esos fragmentos casi fueron eliminados por ejecutivos, a fin de cuentas son los que definen quién es Kal‑El ahora.

Respecto a la estética y efectos, el final con la destrucción masiva de Metropolis y las grandilocuentes batallas que se encuentran en la película puede sentirse como un caos de CGI que termina cayendo en lo genérico. Y, aunque parezca que el clímax peca de sobrecargado y simplista en la resolución de conflictos complejos, lo cierto es que los golpes y los poderes de Superman no son, ni intentan ser, la principal forma de resolución de este héroe. Y eso está muy marcado en el mensaje del film.

La banda sonora, a cargo de John Murphy y David Fleming, tiene sus altas y bajas. Hay temas memorables pero por momentos cae en acordes cercanos a los clichés del trailer y un poco pobre comparada con la icónica música de John Williams. Aunque está claro que la inclusión de “Punkrocker” de la banda sueca Teddybears es todo un fenómeno viral para aquellos que ya han vivido la experiencia del metraje y, por ende, un acierto total.

Superman aparece como parte de un rejuvenecimiento del cine de cómics. Algo que seguramente también, desde la competencia, Marvel Studios buscará con Fantastic Four: First Steps. Esta capa de optimismo, humor y esperanza que contrasta con la fatiga del estilo oscuro y nihilista previa es para celebrar. Y no porque una puesta en escena positiva y luminosa sea superior a un film oscuro y de mensajes duros, sino porque es justamente esa fórmula la que no funcionó en lo previo y que, en su continuidad, degradó demasiado rápido al DCEU.

A modo de conclusión, vale decir que la versión de Superman que propone Gunn es un híbrido: un blockbuster lleno de acción, sí, pero también una declaración de fe en la bondad, el altruismo y la utopía del héroe clásico. Es una película que entiende el cómic en su ritmo y estética, aunque a veces se enreda en exceso de ideas y personajes secundarios.

En definitiva, no es perfecta: su clímax resulta demasiado digital, algunos personajes se pierden en la cantidad y ciertos giros políticos no terminan de encajar. Pero en su corazón late un Superman verdadero — uno que cree en la humanidad y actúa, primero, por compasión. Y esa es la fórmula que hizo gigante a este personaje y eso es, para sorpresa de nadie, lo que hizo crecer al género de superhéroes a lo largo de décadas.

No hay historia de los cómics sin Superman y no hay historia de Superman sin su costado más luminoso. En términos más que conocidos para los amantes de DC, es tanto el que merecen como el que necesitan la integridad nuevo universo, los fans que vieron mayor cantidad de versiones del personaje y los recién llegados al legendario espíritu azul y rojo. Y esperemos que ese brillo sea el que lo haga durar por muchos, muchos años.

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