En un panorama donde las sagas de Hollywood suelen arrastrarse más por la inercia comercial que por una verdadera necesidad creativa, Jurassic World Rebirth llega con una doble carga: la de revitalizar una franquicia que, para muchos, ya había agotado sus ideas, y la de ofrecer algo que justifique su existencia más allá del golpe de taquilla. Dirigida por Gareth Edwards y escrita por David Koepp — guionista del Jurassic Park original —, la película intenta reconectar con el espíritu de aventura y peligro que hizo grande a la saga, pero adaptado a un lenguaje visual y narrativo propio de la era contemporánea. El resultado es un espectáculo técnicamente impecable que, si bien no siempre profundiza en sus ideas, logra que uno vuelva a sentir la emoción de ver dinosaurios en pantalla grande.
La historia arranca con una premisa que, sobre el papel, podría haber sido un terreno fértil para reflexiones más complejas: un equipo especializado viaja a una isla remota para recolectar ADN de dinosaurio, contratado por una farmacéutica que asegura estar cerca de desarrollar una cura para enfermedades cardíacas. Este punto de partida abre un abanico de dilemas morales — la explotación de la ciencia, la manipulación genética, la codicia corporativa — que la película apenas roza, pero que sirven como marco para un relato de acción directa. Edwards, fiel a su estilo, opta por priorizar la tensión física y visual, dejando que el subtexto quede como eco de fondo.
En lo estructural, Rebirth es heredera directa de la fórmula que Steven Spielberg estableció en 1993: un grupo de personajes con intereses contrapuestos, un entorno controlado que colapsa rápidamente, y criaturas prehistóricas que no distinguen entre héroes y villanos. Sin embargo, el guion de Koepp introduce matices interesantes, como la presencia de científicos que no son caricaturas de maldad, sino individuos que actúan desde la ambigüedad moral. Aun así, la película nunca se compromete del todo con estos matices, optando por acelerar el ritmo hacia secuencias de acción vertiginosas que, si bien cumplen, restan espacio para construir tensión dramática.
En el apartado visual, la producción es simplemente deslumbrante. La fotografía combina paisajes naturales y sets digitales con un nivel de integración que, por momentos, hace olvidar que uno está viendo CGI. La recreación de la isla, con su selva densa, cielos tormentosos y lagunas brumosas, evoca a las películas originales pero con un grado de detalle que solo la tecnología actual puede ofrecer. Las secuencias de acción están filmadas con una energía casi física, que se apoya en encuadres amplios y un sonido envolvente capaz de transmitir la magnitud de cada rugido y pisada.
En cuanto al reparto, Scarlett Johansson aporta solidez como Zora Bennett, una protagonista que combina determinación con una vulnerabilidad creíble. Sin embargo, es Jonathan Bailey quien sorprende con su interpretación del Dr. Henry Loomis: un científico excéntrico, dotado de un carisma natural y un sentido del humor seco que aliviana la tensión en momentos clave. Mahershala Ali, aunque con menos tiempo en pantalla del esperado, imprime una presencia magnética a su personaje, demostrando que incluso con pocas líneas se puede dejar huella. La química entre estos tres actores es uno de los motores de la película, aunque el guion no siempre les dé espacio para desarrollarla plenamente.
Los verdaderos protagonistas, como siempre, son los dinosaurios. Rebirth introduce al Mutadon, una criatura híbrida más ágil y letal que los velociraptores clásicos, así como un renovado D-Rex que impone respeto con su sola presencia. Edwards sabe cómo filmarlos para maximizar el suspenso: los revela en planos parciales, juega con el sonido y la oscuridad, y reserva sus apariciones completas para momentos de alto impacto. Más allá del espectáculo, hay un atisbo de comentario sobre la manipulación genética y la responsabilidad científica, aunque se presenta de manera superficial, quizás para no entorpecer el ritmo del relato.
En el plano de las debilidades, el guion tiende a la previsibilidad, con giros que se anticipan y resoluciones que siguen un patrón familiar. Los personajes secundarios, salvo contadas excepciones, cumplen roles funcionales sin mayor desarrollo, lo que diluye el peso emocional de ciertas muertes y sacrificios. A nivel temático, la película evita sumergirse en las implicancias éticas de su premisa, quedándose en un tratamiento superficial que, aunque funcional para el ritmo, limita su alcance intelectual.
Por momentos, la cinta puede caer en lo repetitiva y poco innovadora. Pero Rebirth es más que eso: es una “vuelta a las bases” que prioriza el entretenimiento directo sin pretensiones excesivas, aún cuando se sienta como una oportunidad desperdiciada para llevar la franquicia a nuevos territorios narrativos. Lo cierto es que la película consigue algo que no todas las secuelas logran: volver a generar conversación. La maquinaria comercial detrás de Jurassic World demuestra que la saga sigue siendo un imán para el público global, incluso sin reinventarse del todo.
La música de Alexandre Desplat merece mención aparte. Su partitura, rica en arreglos orquestales y con guiños sutiles al icónico tema de John Williams, aporta una capa de emoción y nostalgia que refuerza los momentos clave. Sin embargo, en más de una ocasión su trabajo queda relegado por un diseño de sonido que privilegia el impacto físico de rugidos, explosiones y persecuciones, lo que hace que parte de su refinamiento pase desapercibido para el espectador casual.
En definitiva, Jurassic World Rebirth es un blockbuster que entrega exactamente lo que promete: dinosaurios impresionantes, acción sin respiro y una producción técnica impecable. No es la reinvención que algunos esperaban, ni la obra definitiva de la saga, pero sí un recordatorio de por qué este universo cinematográfico sigue fascinando después de más de tres décadas. Es una experiencia que se disfruta más con el corazón que con la cabeza, y que, a pesar de sus falencias, logra que uno salga de la sala con una sonrisa… y con la certeza de que, cuando se trata de dinosaurios, siempre hay lugar para una nueva aventura.