La franquicia Predator ha atravesado un recorrido irregular desde su irrupción en 1987 con el clásico protagonizado por Arnold Schwarzenegger. A lo largo de las décadas, la saga experimentó altibajos con secuelas que no siempre estuvieron a la altura del mito original, además de incursiones controvertidas en los crossovers con Alien. Sin embargo, el lanzamiento de Prey (2022) significó un verdadero renacer: con un enfoque más íntimo, atmosférico y centrado en la tensión, Dan Trachtenberg recuperó el espíritu primal que convirtió al Yautja en una de las criaturas más fascinantes del cine de acción y ciencia ficción. Ese éxito revitalizó el interés tanto de críticos como del público, allanando el terreno para nuevas exploraciones narrativas.
En ese contexto se inscribe Predator: Badlands, una propuesta que rompe esquemas al trasladarnos directamente al mundo natal de los cazadores, explorando su cultura desde adentro y ofreciendo una visión inédita de la especie.
A diferencia de la mayoría de las entregas anteriores, que narraban la historia desde la perspectiva humana, Badlands pondrá en primer plano a Dek, un joven Predator interpretado por Dimitrius Schuster-Koloamatangi. El personaje se distinguirá de sus pares por ser un “runt”, es decir, más pequeño de lo esperado para su raza, lo que lo convertirá en un marginado dentro de su propio clan.
Esta condición lo humanizará y lo volverá un protagonista insólito, ya que no se tratará del cazador implacable que solemos asociar con los Yautja, sino de alguien que lucha por ganarse un lugar en su sociedad. Este cambio de enfoque promete un relato cargado de empatía y vulnerabilidad, algo pocas veces visto en el género, y abrirá la posibilidad de conectar emocionalmente con una figura que hasta ahora había sido retratada casi exclusivamente como antagonista.
El viaje de Dek no ocurrirá en soledad. Lo acompañará Thia (interpretada por Elle Fanning), una androide diseñada por la corporación Weyland-Yutani, lo cual conecta directamente a esta historia con el universo Alien. La relación entre ambos personajes no solo reforzará la narrativa de los “improbables compañeros”, sino que también introducirá un contrapunto temático fascinante: el instinto salvaje y guerrero de Dek frente a la lógica fría y programada de Thia. Esta dinámica podría generar dilemas filosóficos sobre la naturaleza de la identidad, la confianza y la supervivencia, al tiempo que habilitará momentos de gran tensión y emotividad. Además, el hecho de que Weyland-Yutani esté presente anticipa la posibilidad de que la película deje sembradas semillas para un nuevo cruce entre dos de las sagas más emblemáticas de la ciencia ficción moderna.
Uno de los grandes atractivos de Badlands será la inmersión en la cultura Yautja a través de un trabajo minucioso de construcción de mundo. Para esta película se desarrolló un idioma completo para los Predator, creado por un lingüista que ya había trabajado en Avatar, lo que asegura coherencia tanto en la fonética como en la escritura.
A nivel visual, se combinaron efectos prácticos y digitales de altísimo nivel: Studio Gillis diseñó un traje complejo para Dek, Wētā Workshop aportó su experiencia en escultura y detalles artesanales, e Industrial Light & Magic se ocupó de dotar al personaje de expresiones faciales creíbles que transmitan emociones. Este nivel de detalle técnico y narrativo apunta a que los espectadores se sientan completamente transportados a la cosmovisión alienígena, algo pocas veces alcanzado en el cine de género.
Dan Trachtenberg citó una amalgama de referencias que nutren la identidad estética de la película. Desde las ilustraciones fantásticas y musculosas de Frank Frazetta hasta la mirada poética de Terrence Malick, pasando por las narrativas épicas de Conan el Bárbaro o el estilo desértico y apocalíptico de Mad Max 2, el film parece beber de múltiples fuentes. Incluso se mencionan ecos de El Libro de Eli y del videojuego Shadow of the Colossus, lo que anticipa paisajes vastos, un tono melancólico y escenas cargadas de simbolismo.
La combinación de estas influencias promete darle a Badlands una identidad muy marcada, con un balance entre lo mítico, lo brutal y lo espiritual, un terreno fértil para la construcción de un relato de supervivencia con matices emocionales profundos.
La película tiene previsto su estreno en cines el 7 de noviembre de 2025 y contará con despliegues tecnológicos que apuntan a una experiencia sensorial total. El primer teaser lanzado en abril ya generó gran expectativa, mientras que el tráiler completo, presentado en julio durante la Comic-Con de San Diego, intensificó el hype al mostrar secuencias de Dek enfrentando criaturas colosales en paisajes inhóspitos. Lo que, claramente, señala que no solo tendrá como objetivo a los fanáticos tradicionales de la saga, sino también a nuevas audiencias interesadas en propuestas de ciencia ficción más sofisticadas y épicas. El objetivo es posicionar Badlands no solo como una secuela, sino como un evento cinematográfico en sí mismo.
El concepto central de Predator: Badlands invierte la premisa habitual de la saga: esta vez, el Predator no es el cazador, sino la presa. Dek y Thia deberán sobrevivir a una amenaza aún más devastadora que lo que cualquier humano pudo enfrentar en películas anteriores. Este cambio de roles abre un abanico narrativo novedoso, con el Yautja en una posición vulnerable y forzado a cooperar con un ser humanoide.
Además, la presencia de Weyland-Yutani y los guiños al universo Alien dejan la puerta abierta a especulaciones sobre un futuro crossover, lo cual incrementa el atractivo para los seguidores de ambas franquicias. La película se perfila, así, como una entrega clave para redefinir el rumbo de Predator en los próximos años.
Con Predator: Badlands, la saga encuentra una oportunidad de oro para reinventarse y expandirse hacia terrenos más profundos y ambiciosos. La decisión de contar una historia desde la perspectiva del propio Yautja representa un riesgo creativo, pero también una apuesta por enriquecer la mitología con capas emocionales y culturales que antes estaban relegadas. Todo indica que se tratará de una experiencia cinematográfica intensa, donde la acción visceral conviva con la reflexión sobre identidad, pertenencia y supervivencia. Para los amantes de la ciencia ficción, los cómics y el cine de criaturas, noviembre de 2025 será una cita obligada: el regreso de Predator promete no solo sangre y tensión, sino también un salto cualitativo en la narrativa del género.